Devaneos Estaba allá, mi gran tesoro,... Rozilda Euzebio Costa

Devaneos

Estaba allá, mi gran tesoro,
Viviendo en lo alto de una montaña encantada.
Aquella dulce vida que yo tanto amé, y deseé tener a mi lado.
Aquella criatura tan especial para mí,
Robaba para sí, todos mis pensamientos.
Él era como un ángel, un ser casi intocable,
Y eso me causaba grandes tormentos,
Pues de todos mis más secretos sueños,
El mayor y más deseado, era él.

En mi vida, él era la más linda mentira,
Y en mis elocuentes imaginarios, él tenía vida propia.
Gesticulaba para mí todas las mañanas,
Me escribía poesías, y me ofertaba bellas canciones.
Eso me proporcionaba los más irreales devaneos.
Me hacía sentir ganas de despertar de mi sueño todos los días, bien temprano,
E ir corriendo a ver todas sus novedades,
Con la esperanza de que aquel príncipe,
Podría sí, amarme realmente de verdad.

Yo creía que la belleza estaba en la mirada,
De aquel que ve con los ojos del corazón.
Pero comprendí bajo una intensa amargura,
Que la belleza externa, es algo que muchas personas llevan en cuenta.
Entonces me miré en el espejo, y comprendí,
Él nunca me había amado, porque nunca me había visto,
Pues sus decisiones, no pasaban por los ojos del corazón,
Él sólo veía con la visión de las apariencias externas,
Y por esta visión, yo no tenía ningún encanto.

Sin embargo, me voy levantando de mi desilusión,
Debo decirle adiós a este amor imposible.
Pues a un deseo que nunca se realizará, se le debe cortar las alas,
Porque los deseos son seres con alas, que vuelan sin ninguna seguridad,
Que maltrata y atormenta nuestra vida,
Este deseo me tuvo esclava durante años de mina vida.
¡Basta! Afilé la tijera, corté las alas de mi deseo por el tronco.
Existe en él aún un poco de soplo de vida,
Pero él no podrá volar más por ahí, colocando mi vida en riesgo.
Ni ir de encuentro a miradas, y sueños vanos.