24 poemas para el Día de la Madre llenos de amor y gratitud


Equipo editorial de Pensador
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Creado y revisado por nuestros editores

Las madres son el corazón de nuestras vidas, quienes con su amor incondicional y sacrificio constante nos guían y nos fortalecen.

¡Sigue leyendo y encontrarás la mejor selección de poemas para mamá!

para ti voy a traerte mamita

Mamá: cuando sea grande
voy a hacer una escalera
tan alta que llegue al cielo
para ir a coger estrellas.

Me llenaré los bolsillos
de estrellas y de cometas,
y bajaré a repartirlos
a los chicos de la escuela.

Para ti voy a traerte,
mamita, la luna llena,
para que alumbre la casa
sin gastar en luz eléctrica.

Álvaro Yunque

La madre ahora

Doce años atrás
cuando tuve que irme
dejé a mi madre junto a su ventana
mirando la avenida

ahora la recobro
solo con un bastón de diferencia

en doce años transcurrieron
ante su ventanal algunas cosas
desfiles y redadas
fugas estudiantiles
muchedumbres
puños rabiosos
y gases de lágrimas
provocaciones
tiros lejos
festejos oficiales
banderas clandestinas
vivas recuperados

después de doce años
mi madre sigue en su ventana
mirando la avenida

o acaso no la mira
solo repasa sus adentros
no sé si de reojo o de hito en hito
sin pestañear siquiera

páginas sepias de obsesiones
con un padrastro que le hacía
enderezar clavos y clavos
o con mi abuela la francesa
que destilaba sortilegios
o con su hermano insociable
que nunca quiso trabajar

tantos rodeos me imagino
cuando fue jefa en una tienda
cuando hizo ropa para niños
y unos conejos de colores
que todo el mundo le elogiaba

mi hermano enfermo o yo con tifus
mi padre bueno y derrotado
por tres o cuatro embustes
pero sonriente y luminoso
cuando la fuente era de ñoquis

ella repasa sus adentros
ochenta y siete años de grises
sigue pensando distraída
y algún acento de ternura
se le ha escapado como un hilo
que no se encuentra con su aguja

como si quisiera comprenderla
cuando la veo igual que antes
desperdiciando la avenida
pero a esta altura qué otra cosa
puedo hacer yo que divertirla
con cuentos ciertos o inventados
comprarle una tele nueva
o alcanzarle su bastón.

Mario Benedetti

yo adoro a mi madre

Amor de madre

Yo adoro a mi madre querida,
yo adoro a mi padre también,
ninguno me quiere en la vida,
como ellos me sabe querer.

Si duermo; ellos velan mi sueño;
si lloro, están tristes los dos;
si río su rostro es risueño;
mi risa es para ellos el sol.

Me enseñan los dos con inmensa
ternura a ser humano y feliz.
Mi padre para mi lucha y piensa,
mi madre ora siempre por mí.

Yo adoro a mi madre querida,
yo adoro a mi padre también;
ninguno me quiere en la vida
como ellos me saben querer.

Amado Nervo

Enseñarás a volar... pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar... pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a vivir... pero no vivirán tu vida.
Enseñarás a cantar... pero no cantarán tu canción.
Enseñarás a pensar... pero no pensarán como tú.
Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen, vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!

Madre Teresa de Calcuta

Palabras a mi madre

No las grandes verdades yo te pregunto, que
No las contestarías; solamente investigo
Si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
Por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y si, cuando en tu seno de fervores latinos
Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
Te adormeció las noches, y miraste, en el oro
Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera,
Y la envuelve una nube de locura ligera
Cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros.

Arrullada en un claro cantar de marineros
Mirar las grandes aves que pasan sin destino.

Alfonsina Storni

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.

¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.

¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!

Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.

Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!

Alfredo Espino

podrá nublarse el sol eternamente

Amor eterno

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor.

Gustavo Adolfo Bécquer

Madre

Te digo al llegar, madre,
que tú eres como el mar;
que aunque las olas
de tus años se cambien y te muden,
siempre es igual tu sitio
al paso de mi alma.

No es preciso medida
ni cálculo para el conocimiento
de ese cielo de tu alma;
el color, hora eterna,
la luz de tu poniente,
te señalan ¡oh madre! entre las olas,
conocida y eterna en su mudanza.

Juan Ramón Jiménez

madre tu amor es sol

Madre, tu amor es sol que nunca se apaga,
en las noches más oscuras, tu abrazo es mi calma.
Tu voz es la melodía que guía mis pasos,
y en cada rincón de mi alma, tu presencia siempre hallo.

Gracias por cada detalle, por cada gesto,
por cada cariño, porque siempre es inmenso.

¡Feliz Día de la Madre!

Mi madre amada,
tú que me diste vida y mucho más,
fuiste fuerza, fe y hogar.
Madre, en tus manos crecí con paz,
eres raíz que me sostiene sin cesar,
eres luz, siempre dispuesta a iluminar,
eres alegría, nadie como tú sabe amar.

Madrecita mía,
madrecita tierna,
déjame decirte
dulzuras extremas.

Es tuyo mi cuerpo
que juntaste en ramo,
deja revolverlo
sobre tu regazo.

Juega tú a ser hoja
y yo a ser rocío,
y en tus brazos locos
tenme suspendido.

Madrecita mía,
todito mi mundo,
déjame decirte
los cariños sumos.

Gabriela Mistral

Mamá,
tus brazos me acunaron desde mi primer suspiro,
fuiste la guardiana de cada sueño que he tenido.
Con tus palabras de amor, el mundo me enseñaste,
y con tu ejemplo de vida, lo mejor de mí sacaste.

En ti siempre encontré refugio, calor y amor,
siempre encontré el mejor rincón,
el mejor lugar, donde siempre pude ser yo.

Madre, llévame a la cama.

Madre, llévame a la cama,
que no me tengo de pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga
y no te dejes caer.

No te vayas de mi lado,
cántame el cantar aquel.
Me lo cantaba mi madre;
de mocita lo olvidé,
cuando te apreté a mis pechos
contigo lo recordé.

¿Qué dice el cantar, mi madre,
qué dice el cantar aquel?
No dice, hijo mío, reza,
reza palabras de miel;
reza palabras de ensueño
que nada dicen sin él.

Miguel de Unamuno

porque es ángel de amor

A mi madre

Porque es ángel de amor en el cielo
y es amor en la tierra una madre;
porque madre es perdón y consuelo,
dulce abrigo, seguro de paz.

Rosalía de Castro

A mi madre

¡Madre, madre, si supieras
cuántas sombras de tristeza
Tengo aquí!
Si me oyeras, y si vieras
Esta lucha que ya empieza
Para mí

Tú me has dicho que al que llora
Dios más ama; que es sublime
Consolar:
Ven entonces, madre y ora;
Si la fe siempre redime,
Ven a orar

De tus hijos el que menos
Tu cariño merecía
Soy quizás;
Pero al ver cual sufro y peno
Has de amarme, madre mía
Mucho más.

¡Te amo tanto! Con tus manos
Quiero a veces estas sienes
Apretar

Ya no quiero sueños vanos:
Ven ¡oh, madre! que si vienes
Vuelvo a amar

Solo, madre, tu cariño,
Nunca, nunca, se ha apagado
para mí.

Yo te amaba desde niño;
Hoy… la vida he conservado
para ti.

Muchas veces, cuando alguna
pena oculta devora
sin piedad,
Yo me acuerdo de la cuna
Que meciste en la aurora
de mi edad.

Cuando vuelvo silencioso
Inclinado bajo el peso
De mi cruz,
Tú me ves, me das un beso
Y en ni pecho tenebroso
Brota luz

Ya no quiero los honores;
Quiero solo estar en calma
Donde estás;

Solo busco tus amores;
Quiero darte toda mi alma…
Mucho más.

Todo, todo, me ha dejado;
En mi pecho la amargura
Descansó;

Mis ensueños me han burlado,
Tu amor solo, por ventura
Nunca huyó.

Tal vez, madre, delirante,
sin saber ni lo que hacía
Te ofendí.

¿Por qué, madre, en ese instante?
¿Por qué entonces, vida mía,
no morí?

Muchas penas te he causado,
Madre sana, con mi loca
Juventud:
De rodillas a tu lado
Hoy mi labio solo invoca
La virtud.

Yo he de ser el que sostenga
Cariñoso tu cansada
Ancianidad;

Yo he de ser quien siempre venga
A beber en tu mirada
Claridad.

Si me muero —ya presiento
que este mundo no muy tarde
Dejaré, —
En la lucha dame aliento,
Y a mi espíritu cobarde
Dale fe.

Nada tengo yo que darte;
Hasta el pecho me salta
De pasión:

Solo, madre, para amarte
Ya me falta, ya me falta Corazón.

Gutiérrez Nájera

Hay dos cosas en el mundo
que no pueden olvidarse:
el primer amor del alma
y el cariño de una madre.

Cantes flamencos

Por cada sacrificio, por cada desvelo,
por cada sonrisa que me diste en el duelo.
Madre, mil gracias nunca serán suficientes,
tu amor ha sido mi faro en lo más profundo de mi mente.

Madre querida,
en tu corazón cabe todo el universo,
en él encontré mi camino y mi verso.
Tu amor no conoce fronteras,
es el regalo más puro que la vida me doy.

Tus manos, madre, sanan sin palabras,
son suaves caricias que borran las lágrimas.
Ellas me han sostenido en cada caída,
y me levantan con fuerza en la vida.

¡Te amo!

Dones

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.

A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.

Luis Gonzaga Urbina

Madre, tu voz es la música que me impulsa,
cuando todo parece perdido, tu fe me resulta.
Con tus palabras construyes mi valor,
eres mi fuente infinita de amor.

Pasan los años, cambian las estaciones,
pero en mi corazón siguen tus lecciones.
Madre, en cada paso que doy, ahí estás,
y por siempre en mi vida, serás mi paz.

¡Te amo! ¡Feliz Día de la Madre!

Antes de ver la luz, ya me cuidabas,
en tu vientre, madre, mi vida preparabas.
Eres mi primer hogar, mi lugar seguro,
y en tu abrazo, el amor es puro.

La mamadre viene por ahí,
con zuecos de madera. Anoche
sopló el viento del polo, se rompieron
los tejados, se cayeron
los muros y los puentes,
aulló la noche entera con sus pumas,
y ahora, en la mañana
de sol helado, llega
mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
dulce como la tímida frescura
del sol en las regiones tempestuosas,
lamparita
menuda y apagándose,
encendiéndose
para que todos vean el camino.

Oh dulce mamadre
-nunca pude
decir madrastra-,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.

Ay mamá, ¿cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por primera vez estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.

Pablo Neruda

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