Érase una vez una liebre del bosque llamada Pilar. Era muy vanidosa y de todos los animales del bosque, ella se creía la más guapa, la más lista y la más rápida. Además, ¡nadie tenía mejor olfato que ella para encontrar comida! En resumen, de todos los animales del bosque, nadie era mejor que ella.
En el mismo bosque vivía una tortuga llamada Doña Lentitud, que todas las mañanas se paseaba lentamente por la orilla del río. Al igual que la tortuga, la liebre Pilar también iba todas las mañanas al río en busca del desayuno, encontrándose por el camino con doña Lentitud.
Además de ser muy presumida, a la liebre Pilar le encantaba burlarse de los demás y, en cuanto veía a la tortuga, empezaba inmediatamente a reírse de ella, llamándola vieja, lenta y otras cosas mucho peores.
Una calurosa tarde de verano, cuando todos los animales del bosque estaban reunidos a la sombra de un gran árbol, la liebre decidió burlarse una vez más de Doña Lentitud y la retó a una carrera.
Al oír esto, todos los animales del bosque se echaron a reír. La zorra Cecilia, a la que le encantaban estas travesuras, dijo que la tortuga podría incluso ganar a la liebre, y que si salía con alguna ventaja podría apostar por su victoria.
Todos los animales del bosque empezaron a hablar de la carrera al mismo tiempo, y debatían acaloradamente si la tortuga Doña Lentitud podría vencer a la liebre Pilar.
Al oír estos comentarios, la liebre empezó a enfadarse porque pensaba que era imposible que alguien dudara de sus habilidades como corredora.
Como la tortuga había aceptado el reto, decidieron cual sería el mejor día para la carrera y cuales serían las condiciones, la zorra Cecilia se encargó de organizarlo todo. Se decidió que la meta estaría junto al río, donde esperarían todos los animales.
La liebre Pilar y Doña Lentitud no faltaron a su cita para la carrera, y ambas estaban listas para comenzar. En realidad, una más que la otra, pues Doña Lentitud se sentía algo nerviosa y pesarosa, y la liebre Rosita feliz y segura de sí misma.
Mientras la liebre iniciaba la carrera en la línea de salida, junto al árbol del mirlo Fortunato, la tortuga partía más adelante, casi a mitad de camino, en dirección al río.
La zorra Cecilia dio la señal de salida y la tortuga, sin perder tiempo, empezó a bajar la cuesta. Pero Pilar se quedó quieta mirando a Doña Lentitud, que avanzaba lentamente por el sendero y gritó: "¡No corras tanto, vieja tortuga, que te vas a caer y te vas a hacer daño!"
La liebre, decidió entonces hacer un pequeño descanso junto al árbol del mirlo Fortunato, porque la tortuga iba tan despacio que la liebre la alcanzaría en dos zancadas y ganaría la carrera.
Poco a poco, Doña Lentitud se dirigió hacia la meta, ya muy cansada, pero sin rendirse. Algunos animales del bosque acompañaban a la tortuga, animándola con palabras de aliento.
Doña Lentitud estaba casi en la meta cuando la liebre Pilar se levantó de un salto, vio lejos a la tortuga y echó a correr cuesta abajo como una loca. El mirlo Fortunato se limitó a gritar: "¡Cuidado Pilar, que te vas a caer!". Pero Pilar no hizo caso al mirlo y siguió hacia la meta convencida de su victoria.
Los animales del bosque estaban cada vez más emocionados. Unos gritaban por la tortuga y otros por la liebre, pero con la liebre acercándose rápidamente, pocos dudaban de la suerte de la tortuga.
Entonces, muy cerca del final, Doña Lentitud tropezó con una piedra, dio una voltereta y empezó a rodar por el camino.
Sin darse cuenta de lo que había ocurrido, los animales del bosque vieron a la tortuga cruzar la línea de meta rodando. Fue increíble... ¡la tortuga había ganado la carrera ante la mirada atónita de la liebre!
Todos vitorearon a la tortuga, cargándola sobre sus hombros, mientras la presumida liebre Pilar corría hacia su madriguera, con las orejas gachas y muy avergonzada.
Moraleja del cuento y explicación de la fábula
Esta fábula nos recuerda que la humildad es una de las características más importantes para todos los seres vivos. En la historia, sabemos que la liebre es mucho más rápida que la tortuga y que Pilar probablemente ganaría fácilmente una carrera contra Doña Lentitud.
Sin embargo, la liebre, llena de confianza en sí misma y convencida de que vencería fácilmente a la tortuga, decide descansar antes de empezar a correr. En otras palabras, está tan segura de su victoria que acaba quedándose dormida y llegando tarde a su cita. La tortuga, sin embargo, empieza a andar a tiempo y sigue teniendo muchas posibilidades de ganar la carrera.
La fábula nos recuerda tanto la importancia de la humildad como la de valorar nuestros compromisos y no dar por finalizado un reto antes de haberlo terminado.
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