Érase una vez un reino muy lejano en el que gobernaba un rey sabio y justo. Este rey sólo tenía una hija, la princesa Luna, que era conocida por su belleza y bondad. A Luna le encantaba jugar en los jardines del castillo, sobre todo con su pelota dorada, que era su compañera favorita.
Un día, mientras jugaba, la pelota de oro se le escapó de las manos y rodó, cayendo en un pozo tan profundo que era imposible ver su final. La princesa se desesperó y sin saber cómo podría recuperar su querida pelota, se echó a llorar. Justo en ese momento, una voz suave que venía de los más profundo del pozo dijo:
- ¿Por qué lloras, hija del rey?
La princesa, asustada, miró a su alrededor para ver de dónde procedía el sonido, pero no vio más que su propio reflejo en el agua. De repente, para su sorpresa, una rana saltó del pozo. La niña le habló entonces de su querida pelota, de lo que había pasado y de su profunda tristeza por haberla perdido.
Sin dudarlo, la rana se ofreció inmediatamente a ayudar.
- No te preocupes, princesa. Deja de llorar y yo encontraré la pelota por ti. Estaré encantada de ayudarte.
La princesa Luna, sorprendida por el ofrecimiento de la rana, dudó un momento, pero luego aceptó. La rana volvió al pozo y regresó con la pelota dorada.
La princesa Luna estaba encantada. Agradecida por la ayuda de la rana, la invitó a acompañarla al castillo. Al principio, los criados e incluso el rey se sorprendieron al ver a la princesa en compañía de una rana, pero pronto se dieron cuenta de la bondad y sabiduría del pequeño anfibio.
Con el tiempo, la rana y la princesa Luna se hicieron inseparables. La rana no sólo era hábil recuperando objetos perdidos, sino que también poseía profundos conocimientos de música y geografía. La princesa, por su parte, enseñó a la rana a apreciar la belleza del castillo y los jardines, además de compartir historias y experiencias de su propio mundo.
La amistad entre la princesa y la rana se hizo conocida en todo el reino. Y así, con esta inusual amistad, vivieron felices para siempre, recordando a todos que la verdadera belleza está más allá de las apariencias, y que la amistad y la aceptación pueden transformar vidas y reinos.
Interpretación y moraleja del cuento
El cuento de la princesa y la rana nos enseña que la verdadera amistad va más allá de las apariencias, y se basa en las buenas acciones y en la aceptación y el aprecio de las diferencias. Cuando la princesa perdió su pelota de oro, la rana le ofreció su ayuda, mostrando su bondad sin necesitar nada a cambio. El cuento subraya que las verdaderas amistades pueden surgir de formas inesperadas y que, aceptándonos los unos a los otros, podemos aprender valiosas lecciones y disfrutar de una vida aún más feliz.
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